El racismo, como toda enfermedad social, es producto histórico y socialmente construido. Nadie nace racista. La sociedad racista es la que fecunda sujetos racistas. Esta enfermedad crónica se inyectó en el alma individual y colectiva de criollos y mestizos de Guatemala en tiempos de la invasión y saqueo colonial. Desde entonces, generación tras generación, esta tara social se institucionalizó y normalizó en las leyes, en las instituciones públicas y privadas y en las iglesias.
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