
Al observar nuestra cotidianidad la sensación de frustración es inevitable. Venimos de un pasado caracterizado por violaciones a derechos humanos, atropellos a la dignidad de las personas, montañas de muertos, desaparecidos y océanos de sufrimientos familiares, y nuestro presente continúa siendo violento, con miedos, temores, injusticias e incertidumbres. Repugnan el terror, los crímenes y sus autores.
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